lunes, 2 de noviembre de 2009

Otoño, bienvenido!


Después de tantos días de sol y buen tiempo, parece que el otoño está llegando, el viento se agita y los árboles pierden sus hojas, los días son más cortos que las noches y nuestro ánimo parece eclipsarse. Hoy, os contaré un cuento (desconozco el/la autor/a) para encajar con esperanza los trastornos del cambio estacional.
Érase una vez una reina muy propensa a los accesos de ira. Un otoño, cuando el año comenzó a declinar, la reina cayó en una profunda melancolía, No probaba bocado, ni dormía y unas lágrimas de origen desconocido rodaban con frecuencia por su rostro, lo cual la enfurecía.
Cada día, la reina mandaba llamar a uno de los consejeros de su círculo de sabios para que le explicaran la causa de su inexplicable tristeza; entraron y salieron, destituidos fulminantemente por no ser capaces de descifrar el misterio de su melancolía.
Por fin, el jardinero real, conmovido por la angustia de la pobre mujer, se aproximó lentamente al trono y le dijo: salid al jardín, majestad, traspasad los muros de la prisión en la que os habéis encerrado y os revelaré el enigma. La reina estaba tan desesperada, que le obedeció. Al salir al jardín observó que el alegre y vivo colorido del verano había desaparecido y el jardín aparecía desnudo. Pero no estaba desprovisto de belleza, pues exhibía los resplandecientes tonos rojos y dorados del otoño que le daban un aire majestuoso. La brisa era fresca y límpida, y el firmamento mostraba un maravilloso azul celeste.
El jardinero le dijo: majestad, no es vuestro cuerpo ni vuestra mente los que están enfermos, sino vuestra alma, aunque seáis reina poderosa, no sois divina; padecéis una condición humana que nos aflige a todos. Las almas terrenales se ven afectadas por la tristeza o la alegría según las épocas del año, como el flujo y reflujo de las mareas, del mismo modo que las estaciones del mundo natural cumplen un ciclo de vida, muerte y renacimiento. En esta época debéis sentiros agradecida por la cosecha del corazón, por modesta que sea, y prepararos para la conclusión del año. La estación de luz diurna remite y aumentan las horas de oscuridad. Aceptad el reflujo, amada reina, y no temáis las sombras. Pues del mismo modo que la noche sucede al día, la Luz aparecerá de nuevo y volveréis a sentiros dichosa. Os lo aseguro.
La acongojada reina meditó sobre las sabias palabras del jardinero y le preguntó cuál era el secreto para alcanzar la paz interior durante las estaciones que provocan turbulencias emocionales y él la condujo a un reloj solar de bronce, en el que figuraba la siguiente inscripción: ESTO TAMBIÉN PASARÁ.

5 comentarios:

  1. Gracias Elena, a veces solo hay que "escuchar", me ha gustado mucho.
    Sigue así!

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  2. Bonito cuento y muy apropiado para el momento.Gracias Elena por compartirlo.
    Un beso

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  3. Hola! Gracias a vosotras por leerme y por vuestro apoyo.
    Un abrazo

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  4. No vivo el otoño, pero es mi estación preferida. A ver si no cuando voy a por setas.

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  5. Gracias viajero impresionista por seguirme, bienvenido!
    Voy a detenerme en tu blog un día de estos(ando un poco liada), por cierto, las fotos maravillosas!
    Un abrazo.

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